Por Federico Gana Johnson, socio de APTUR
Asoleado viernes 8 de agosto recién pasado, dos de la tarde. Ruta hacia la vinosa zona de Santa Cruz, en pos de mostrar a una ciudadana extranjera los avances en la materia. Desde kilómetros antes por la publicitada Carretera del Vino en el valle de Colchagua los nombres de viñas conocidas y otras no tanto aparecen con los parronales de fondo y cada cierto trecho saltan a la vista letreros de parrilladas, lechones asados, costillares, cazuelas.
En los aledaños de Nancagua paramos en “La Vino Garage”, una sencilla y simpática construcción de madera con pequeña terracita, una mesa y dos sillas. Sumamente acogedor. Específicamente, kilómetro 30, sector Cunaco. En su interior, muy bien instalados en repisas y muebles ad-hoc diferentes vinos de marcas que no existen en el mercado de las grandes ciudades. Vinos orgánicos, naturales y ensamblajes. Marcas que (dice un bien diseñado tarjetón publicitario), “han dado un aire fresco a la creación enológica. Contamos con un amplia variedad de vinos garaje, boutique y viñas tradicionales”.
Se trata de que cualquiera botella de vino adquirida en “La Vino Garage” se puede descorchar (y beberla, claro está), en el restaurante que con su bello nombre prestigia al sagrado pan y al sagrado vino. Entre ejemplares de Cabernet, Merlot y Carmenère principalmente, elegimos una botella para el almuerzo. Es bueno que los encargados de promover el insigne producto busquen fórmulas de publicidad y distribución. Hay que apoyar, hay que colaborar, hay que sumarse a la actividad turística. Agradable detalle entrar a almorzar llevando la propia botella bajo el brazo
Lo de vino garaje no se entiende bien pero el nombre suena atractivo, eso es todo. Uno espera encontrar también buenos precios en la zona tan prolífica de caldos y mostos, pero no es así. Son precios internacionales y para el turista extranjero sus divisas. El turista nacional queda en segundo plano, sólo con moneda nacional. Es la constante. Sin embargo, como el tarjetón también anuncia la novedad de “Descorche en el restaurante Pan Pan, Vino Vino” del kilómetro 31, optamos por averiguar un poco más y emprender la aventura.
Sin embargo, al llegar al “Pan Pan, Vino Vino” que a primera vista asemeja una vieja casona de fundo nació, como casi siempre tristemente sucede, la desilusión y el final de la corta aventura gastronómica. Había restos de una construcción, costó abrir la puerta trancada que dice “Entrada” y, desde otro rincón, apareció un caballero de campo con aire de propietario y sombrero alón, al que le preguntamos por los comedores.
“Acá no hay turismo, apenas nos alcanza para abrir el fin de semana y hoy es viernes y está cerrado”, señaló con evidente disgusto e inequívocos deseos de que nos retiráramos. Es lo que hicimos, muy sorprendidos con nuestro apetito en el alma y la botella en las manos. Como si tuviéramos la culpa de algo inexplicable.
En la misma semana se efectuó en Santiago el Octavo Congreso de la Sociedad de Investigadores en Turismo (Societur), y durante el cual, entre muchas ponencias, se registró la del presidente de APTUR, el periodista Sergio Campos. Recordó que en las crónicas de turismo la ética periodística exige que se relate lo bueno de un lugar o establecimiento, pero también se debe mencionar las carencias o falencias, las cuales deben ser miradas por el empresario en forma positiva, porque le permitirán mejorar su oferta.
En concordancia con lo anterior, vayan las líneas de más arriba. Efectivamente, el turismo exitoso es una cuestión de detalles. Sobre todo cuando quien esto escribe entró a “La Vino Garage” acompañado por una de las más importantes empresarias de la gastronomía peruana y de paso por Chile. Terminamos almorzando una excelente plateada en otro restaurante también de las cercanías y el pequeño bochorno quedó para el recuerdo.
No para el olvido, ojalá.